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01 mayo 2025

MALTRATO INFANTIL: EL SILENCIO GOLPEA MÁS FUERTE

Por Javiera Cerda, Directora de Metodología y Formación, Triple P Latinoamérica

Sí, Chile tiene otra deuda histórica y por más que hagamos inversión, seguimos endeudándonos. Lamentablemente, a quienes debemos, no tienen tanta conciencia de cuánto les debemos, y no me refiero a dinero, sino a un asunto de derechos humanos. Seguimos fracasando en proteger a los niños, niñas y adolescentes de la No violencia.


El 24 de abril fue lanzado el estudio del Observatorio Niñez Colunga y el Centro Justicia y Sociedad UC, “Violencia Contra la Niñez: Panorama de los últimos 10 años”, que busca comprender la magnitud del fenómeno, sus desigualdades y transformaciones, reivindicando la frase “Lo que no se mide no se ve”. Así, al hacerlo manifiesto, quizás sea más fácil encontrar respuestas y soluciones.


¿Qué resultados arrojó el estudio? La situación actual no es muy distinta a la de hace 10 años, la violencia persiste y afecta especialmente al género femenino. Si bien se observa una leve disminución en la violencia física, han aumentado de forma sostenida la violencia psicológica y la negligencia, particularmente tras la pandemia. Estas formas más sutiles de maltrato son difíciles de detectar y suelen quedar fuera de los registros oficiales.


Mientras pensaba en ello, a mi cabeza venia la famosa “ley del silencio” del acoso escolar, uno de los factores más preponderantes para que la violencia se perpetue entre pares. ¿En qué consiste? En que la mayoría de las personas que conocen lo que está sucediendo entre el agresor y su víctima tienden a ocultar los hechos o a inhibirse del problema. Particularmente, los testigos o espectadores prefieren no involucrarse. No se denuncia por miedo, lealtad grupal o presión social. La víctima no habla por temor a represalias o a que no le crean. Quien ejerce la violencia no se autodelata… Resultado: no hay consecuencias.


Y así como la ley del silencio ocurre en entornos escolares y redes sociales, ¿será que como sociedad estamos reproduciendo algo parecido? ¿Seremos una sociedad que calla ante el maltrato infantil? ¿Tememos involucrarnos y preferimos minimizar diciéndonos que “no es tan grave”? El silencio no es neutral: normaliza la violencia como parte del paisaje cotidiano y evidencia una falla colectiva en la ética del cuidado. El problema no es solo la violencia, sino el ecosistema que la tolera, la encubre o la considera un asunto privado.


¿Cuándo fue la última vez que dejaste pasar que tu amigo le diera un tirón de orejas a su hijo o le dijera que no sabía hacer nada bien? ¿Cuándo fue la última vez que miraste para el lado en la calle o en la escuela de tus niños? Y con esto no quiero delegar la responsabilidad en cada uno de nosotros. Romper la ley del silencio no es solo cuestión de valentía individual: requiere del colectivo, de estructuras que protejan, de comunidades que escuchen, de espacios educativos, de padres, madres y cuidadores bien tratantes y con herramientas parentales, de marcos legales y políticas públicas que sean monitoreadas y resulten efectivas.


No se trata solo de enfrentar la violencia contra la infancia, sino de crear activamente condiciones para que nuestros niños, niñas y adolescentes florezcan. Sabemos que las experiencias positivas –esas que involucran vínculos seguros, participación significativa y la sensación de ser valorado– compensan las adversidades y pueden incluso superarlas en impacto, ayudando a sanar del trauma y promoviendo trayectorias de vida más saludables… y más felices.